Hoy, en la playa, he visto a una chica. Tenía ambos brazos llenos de cicatrices.
Hay sufrimientos que se ven reflejados en el cuerpo. Otros no.
La imagen de los brazos de esta chica se me ha quedado grabada en la retina.
¡Cuánto dolor!
Conozco casos parecidos, ahora, nunca tan extendido, tan intenso…
No he podido evitar quedarme pensando en ella. Me considero una persona muy empática, ahora, por mucho que me esfuerce, es absolutamente imposible que realmente llegue a entender y sentir el profundo dolor que ha podido vivir esa chica.
Me he quedado con ganas de decirle: “siento profundamente lo que has vivido, siento tu dolor y te admiro profundamente, porque para estar ahí sentada, leyendo y con tus cicatrices “al aire”, has tenido que trabajar mucho, has necesitado coraje, esfuerzo (y sin duda mucho apoyo) para salir adelante, aceptarte y reconstruir tu vida, esa vida que has sentido rota, muy rota durante, probablemente, demasiado tiempo.”
Por eso, al llegar a casa me he sentado a escribir. Quisiera que mis palabras de apoyo y aliento lleguen a todas las chicas que luchan por aprender a afrontar de forma “saludable” la angustia, frustración, desorientación, desesperación y el miedo que les causan determinadas situaciones, o su vida entera.
Hace unos años mi hija pasó un tiempo muy muy difícil. La pandemia impactó con fuerza especialmente en las adolescentes… Pasé miedo, mucho miedo por ella, y doy gracias a Dios porque encontró su propio camino de superación personal sin tanto sufrimiento. Sin duda el apoyo de buenas amistades fue determinante y quiero pensar que el apoyo incondicional y cotidiano de su padre y mío también la ayudaron a atravesar sus dificultades manteniendo la salud física y psicológica.
No soy psicóloga y sé que hay situaciones trementamente difíciles en las que se necesita de todo un equipo de profesionales para ayudar a la persona en cuestión a salir adelante, ahora, como coach dedico lo mejor de mí a escuchar a todas las adolescentes que me encuentro “por el camino” e intento ayudarlas a desarrollar habilidades socioemocionales para que, cuando vengan “mal dadas”, tengan recursos para afrontar dichas situaciones y, sobre todo, ser capaces de pedir ayuda “a tiempo” y dejarse ayudar…
Y hoy, en las cicatrices de la chica de la playa, he “visto” a muchas chicas y, he pensado en la responsabilidad personal y como sociedad que tenemos para ofrecer ejemplos, referencias y apoyo a los adolescentes en una etapa tan intensa y en ocasiones difícil…